Ayer lo vi de nuevo, iba sereno, sin prisas, de momento se detuvo a ajustar una de las agujetas de sus zapatos y en un atisbo de ser observado, movió su rostro. A través de las densas hojas encontré sus ojos. Ese momento constituyó algo así como esas cosas a las que algunos pueden llamar dulces coincidencias, señales o breves espacios en los que el tiempo se anima ser amable pero a la final resulta otorgándote algo tan placentero y en el mismo tono, doloroso. Había permanecido días recostada en la cama imaginando cual sería mi reacción si algo así sucediera, articulaba bien bajito todo un discurso con las palabras que jamás pronuncié y que hasta ese instante no había considerado importantes. Una sinfonía de letras que de ser leídas en algún libro habrían parecido lo suficientemente persuasivas. Pero todo silenció, súbitamente una brizna invadió mi alma. Sé que no pudo verme pero bastó ese sólo instante para comprender que mientras seguía aquí, él hacía tiempo se había ido. Su teléfono
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¿Y qué sabor tienen las lágrimas? Cuando vienen cargadas de ausencias, palabras suspendidas en el tiempo y uno que otro sueño inmortalizado en un recuerdo. ¿Qué sabor tienen las lágrimas? Cuando quieres destruir la coraza que lleva las abolladuras de un ave que quiso posarse en tus ramas y en su audaz intento quebró sus alas. Se desliza un aire cálido, un susurro a través de mi ventana, puedo sentir su aroma y el peso de su andar. Lleva consigo el bolsillo repleto de dudas y un “Te amo”aferrado a sus labios para no dejarlo escapar. Si te detienes bajo ésta sombra sabrás que soy sólo abismo y es el vértigo de la ausencia lo que me quema, así que, deshace los silencios, encuéntrame en tus memorias y tráeme devuelta a la vida. Sueños inconclusos- Nokpilop