Se le veía todas las noches en el balcón, la vista perdida en el cielo y una lágrima que bordeaba la fisura de sus ojos. Yacía mudo, como si su alma levitara en un espacio apenas visible para el corazón más puro. Sollozaba y a lo lejos se oía un murmullo, un nombre y un “te quiero” tan profundo que la brizna detenía su tránsito. Dícese que de su boca sale cada mañana un “quédate” jamás pronunciado en el momento exacto. 
-Sueños inconclusos. Nokpilop

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